jueves, 25 de agosto de 2011

Ramon Reixach, corresponsal de Germinans en Mataró (y II)

Los homosexuales no son felices, no pueden serlo. Les miras a los ojos y lo ves: no son felices”. Ésta es la particular visión de nuestro hombre, el topo de Germinans en Mataró, Don Ramon Reixach i Puig. Entusiasta del movimiento Comunión y Liberación defiende a capa y espada a uno sus líderes, Rocco Butiglione. Incluso cuando éste realizó unas polémicas declaraciones acerca de la homosexualidad impuso la publicación en el Full de Mataró de toda su intervención literal, para demostrar que había sido objeto de una manipulación.

Reixach asiste regularmente a la misa dominical de las doce del mediodía en Santa María y se dedica, en vez de rezar y seguir piadosamente la eucaristía, a contar las personas que asisten a la misma: “La suma de los asistentes a las cuatro Misas dominicales que se celebran es de 120 personas, un 75% de ellas mayores de 70 años. Ninguna de dichas Misas se celebra en el Altar Mayor de la nave central de una iglesia que el 1928 recibió del S. Padre Pío XI el título de Basílica, por la dimensión (arquitectónica, comunidad de presbíteros…) y esplendor de un culto equiparable entonces a los de algunas catedrales de España”. Pero su afán inquisitorial no se reduce a contar los asistentes, sino que se ceba contra todo lo que se hace en la Parroquia: “No existe ninguna preocupación por el calendario religioso propio de la parroquia, se ignoran las fiestas de los santos vinculados a o con sus restos en la Basílica (Santos Desiderio, Feliciano…), ni se celebra la fiesta de la Dedicación a finales de octubre. Las cofradías históricas están a punto de desaparecer como la del Rosario (de 1575), la Congregación de los Dolores (1693), la de las Almas del Purgatorio (1749) o el Apostolado de la oración (1867). Ya han desaparecido la del Santísimo Sacramento (s.XVII) que organizaba la procesión de Corpus, procesión que ya no se celebra.” Tuvo ocasión de mostrar sus filias y fobias en el Consejo Parroquial, del cual formaba parte.

Pero su auténtica manía persecutoria, además de mosén Barat, siempre han sido los matrimonios Ramon Safont-Tria y Elisa Mataró, “consejeros ad-aeternum que no asisten a ninguna de las Misas dominicales en Santa Maria –en el mundo progresista la realidad siempre supera la ficción-“, y “otro matrimonio ‘lapa’ con afán de protagonismo” Antoni Codina y Conchita Filbá. “Monopolizando la vida litúrgica y bloqueando cualquier iniciativa que se escapara a su control, su descaro, prepotencia y carácter refractario, junto a una nula formación (también litúrgica), visión de topo y convicción que la parroquia es un apéndice de su empresa familiar (Jabones LA OCA), son responsables, junto a los dos últimos párrocos, de la nula capacidad de empatía de los feligreses de Santa Maria hacia su parroquia”.

Nuestro personaje es un historiador esforzado que ha dedicado libros a estudiar el mundo tradicional católico, que él califica de liberal. Por su rigor, no por su ideología, ha ganado tres veces el prestigioso Premi Lluro de monografía histórica sobre temas de la comarca, que convoca desde hace medio siglo la Caixa Laietana. Una de sus monografías es el Centre Catòlic y otra, más reciente, una biografía del beato Josep Samsó, asesinado en 1936 por los bárbaros. Son dos obras bien elaboradas en las que, de vez en cuando, aparece la oreja integrista. Rexach, por otra parte, intenta dominar el Arxiu de Santa Maria, un centro de estudio muy arraigado en la ciudad. Su director, Manuel Salicrú, ya mayor, ha empezado a retirarse y de momento atienden bien a Reixach, pero frenan sus ínfulas de poder.

Sorprende que un joven como Reixach, de buena formación cristiana, culto y con futuro sea el correveidile de una sociedad secreta, como la masonería, Germinans, que sólo piensa en destruir al cardenal de Barcelona, ensalzar a Sáiz Meneses, su becerro de oro episcopal, y buscar los pecados de otros cristianos, olvidando los suyos.

lunes, 25 de julio de 2011

Ramon Reixach, corresponsal de Germinans en Mataró (I)

Desde hace tiempo en el mundo eclesiástico mataronense Germinans tiene un topo muy agresivo y soplamocos. Se fija hasta la paranoia en detalles de la liturgia o en expresiones o actitudes del ex parróco de Santa María, mosén Joan Barat, a quien ha crucificado sin ninguna misericordia en multitud de ocasiones. No ha dejado de acusarle con saña y lo presenta, como es habitual en los germinantes, como un hereje, un Atila de la pastoral, casi un pequeño monstruo.

Pero sus diatribas no se ciñen al afable buen sacerdote que es mosén Barat, sino que arremete contra muchos más objetivos. Desde el cardenal arzobispo de Barcelona, pasando por Josep Lligadas, los matrimonios Ramon Safont-Tria y Elisa Mataró, Antoni Codina y Conchita Filbá, Ramon Bassas, la familia Salicrú, Jordi Cussó y muchos más. Socialistas y convergentes, tanto da. Ni los muertos se libran de sus puyas, como el admirado sacerdote Joan Bonet Baltá y, por encima de cualquier otro, el anarquista Joan Peiró, una de sus obsesiones principales. Con motivo de la beatificación del Dr. Samsó, se cebó en Peiró, enfrentándose personalmente al cardenal Martínez Sistach con suma arrogancia. Incluso se permitió enmendarle la plana en una reunión pública: "No les doy ningún cheque en blanco. Tiene que quedar aquí muy claro que unos mataron y otro fue la víctima. A ver si después de todo no va a quedar claro con tanta reconciliación”.

Ni el obispo Joan Carrera se libró de ser atacado, cuya gestión fue calificada de “gobierno budista” y fue atacada cruelmente: “Carrera se negó siempre a actuar en Mataró, porque necesitaba no ser cuestionado por lo que representaba era su retaguardia. El desorden, la vagancia, la extravagancia y heterodoxia llegó a tal extremo que había quien se le quejaba del comportamiento y actitud de muchos sacerdotes y de la situación de las parroquias”. Incluso fue etiquetado como “obispo nacional-católico”, “carca” y “puritano”. Carrera "no quiere saber nada de una manera irracional a todo lo que remita a España. En el fondo se trata de un resentimiento, de una frustración”.

¿Quién atiza el fuego? No es, al parece, monseñor Agapito, que tiene, no obstante, relación probada con Germinans. Su fotografía presidiendo, bajo palio como el ínclito Caudillo de España, la procesión de Corpus del Fondo de Santa Coloma es impagable. Le precedía mosén Francesc Espinar, desde cuyo ordenador está suficientemente probado que se administra Germinans Germinabit. Dios los cría y ellos se juntan.



No obstante, el responsable de las crónicas viperinas contra mosén Barat y Mataró no es monseñor Agápito. El prefiere tirar la piedra y esconder la mano. Otros hacen el trabajo sucio escribiendo y se manchan las manos. Se trata, según fuentes seguras, de RAMON REIXACH I PUIG, joven de unos treinta y cinco años, profesor de la escuela GEM, Grup Escoles Mataró. Escuela catalana, progresista, democrática, coeducativa y que teóricamente se contradice radicalmente con los postulados que defiende. Desconocemos si en dicha escuela ha impartido su particular doctrina sobre los homosexuales. Suponemos que no, porque lo hubieran despachado ipso facto. Doctrina que se basa en una frase antológica que desvelaremos pronto porque ayudará a situar a nuestros lectores sobre la calaña de los topos de Germinans …

viernes, 1 de julio de 2011

Fracaso de los curas “con matrícula”

(Reproducimos, por su interés, esta noticia que ha llegado recientemente a
nuestras manos)
A. De Foguera Alta


Esta semana se han anunciado los nombramientos de párrocos y vicarios en las parroquias del Arzobispado de Barcelona. Cambios de párrocos, nuevos vicarios, cargos episcopales y jubilaciones. No obstante, lo que más ha llamado la atención no ha sido ninguna incorporación sino más bien dos bajas significativas. Dos párrocos, misteriosamente, han dejado su responsabilidad actual. Ambos tenían un denominador común: relativamente jóvenes, ordenados por el cardenal Ricard Maria Carles y los dos vestián “con matrícula”, es decir pertenecían a los sectores más conservadores y ortodoxos de la Iglesia de Barcelona.

En el primer caso, según parece, se trata de un abandono precipitado de sus cargos para asumir la paternidad de forma responsable. Este cura, párroco de una parroquia barcelonesa, compaginaba dicha responsabilidad con el ámbito judicial. En el segundo caso, presuntamente, no se trataría de un abandono definitivo del sacerdocio sino que ha optado por un año sabático de reflexión, mientras cambia su responsabilidad de párroco de una parroquia del Maresme por la de vicario de una nueva parroquia barcelonesa; una responsabilidad que, en cualquier caso, es menor y comporta menos compromiso. Todo apunta a que en el trasfondo de la decisión estaría también una cuestión relacionada con la moral sexual.

Estas dos bajas, muy comentadas en ambientes eclesiales, confirman que la obsesión por la ortodoxia de las filas clericales más ultras tiene los pies de barro. Desde hace muchos años estos sectores acusan de fracaso a los sacerdotes más abiertos o moderados, atribuyéndoles la culpa de todas las desgracias del mundo y de los males de la Iglesia. Una y otra vez defienden los preceptos morales más estrictos, a menudo sin ninguna misericordia hacia las personas, como se ha demostrado en el caso del padre Manel y tantos otros. Fanáticos de la rigidez moral, promueven una cruzada de las formas externas, ya sea vestir con clergyman, sotana o hábito, y se autoerigen en un modelo de sacerdote de éxito, supuestamente moderno, que está por encima del bien y del mal y de cualquier “desliz de tipo moral sexual”. Con una espiritualidad desencarnada, pietista hasta el extremo, están convencidos de que ésta es la fórmula que garantiza el éxito absoluto. La realidad es más tozuda que los prejuicios y que los fundamentalismos pasados de moda.

Estos hechos han coincidido también con una entrevista que el periódico ABC ha publicado al obispo de Solsona, Xaver Novell, con motivo de la presentación en Madrid de su libro “Carta a los jóvenes”. Cuando lo nombraron, Novell prometió que sorprendería y, efectivamente, cada vez sorprende más. Cuando le preguntan, con toda la mala intención, si “los ortodoxos viven como unos rajás”, su antológica respuesta no tiene desperdicio. Se merece un Premio Nobel por su enorme contribución al ecumenismo y al entendimiento entre los cristianos: “Una chica rumana me dijo: «Los curas en Rumanía, ¡qué gorrones! Las mejores casas, cochazos... ¿Por qué?» Le dije que cuando se tienen que mantener tres o cuatro hijos hay que «recoger» para no pillarse los dedos. «¿Quieres casarte?, pues paga tanto, ¿quieres que te bendiga la casa?, pues paga tanto...».

lunes, 16 de mayo de 2011

V. El talante integrista

Para la conducta de sus adversarios no encuentra sino explicaciones simplistas: la ceguedad, la ignorancia, la mala fe. Para los enemigos exteriores del cristianismo reserva caritativamente las principales aclaraciones, al menos como regla general: son víctimas de sus prejuicios, de su ignorancia, de sus pecados que les ciegan.

Esta circunstancia atenuante no constituye, por otra parte, un motivo para tratarles con una especial indulgencia; es preciso denunciar enérgicamente el error, claro está, pero también las faltas del hombre que yerra, denuncia que puede revestir las formas del sarcasmo, de la invectiva, de la injuria, de las indiscreciones sobre la vida privada. En caso de necesidad se podrían emplear los golpes, ¿por qué no, si es la condición necesaria para vencer el error? En cuanto a sus antagonistas cristianos, les conceden el “beneficio especialísimo” de pensar que siempre obran de mala fe.

Son lobos revestidos de piel de oveja o, por lo menos, perros sarnosos: “liberales”, “modernistas”, “progresistas”, a veces lo bastante diabólicamente hábiles como para volver contra el integrista las armas de la ortodoxia misma. No hay que dejarse de ninguna manera enredar por tales subterfugios, desde el momento en que incomodan al integrista, los otros hacen el mal, aunque sean, en apariencia, tan ortodoxos como Santo Tomás de Aquino. Más pronto o más tarde, su duplicidad se revelará por una frase deslizada, una palabra desmañada, que el integrista sabrá coger por los pelos. Para él no son lapsus, sino confesiones, como el acto frustrado para el freudiano.

Es por lo que, en la discusión, el integrista es soberbio, agrio, orgulloso y a veces lacrimógeno. Orgulloso cuando ataca, porque está convencido que tiene razón y que sus ataques están fundados; agrio o lacrimógeno cuando se le replica, pues sus adversarios son malos y, en consecuencia, sus ataques son injustos. Las críticas que dirige contra los otros no hieren ni la justicia ni la caridad; pero las críticas que le dirigen a él lesionan simultáneamente la caridad y la justicia. Se compadece a sí mismo, se hace la víctima, hasta el mártir, con una auténtica sinceridad.

sábado, 30 de abril de 2011

IV. El ajedrez episcopal de Fernández de la Cigoña

No nos gusta el lenguaje grosero cuando le llaman “la rata de la Torre”. Preferimos subrayar el mérito que tiene de conocer al dedillo la vida y milagro de todos los obispos españoles. Tiene copia de su DNI, de muchos datos muy personales y a qué hora hacen las tres comidas o rezan el breviario. Su fichero es un auténtico obispero.

Por ese profundo conocimiento de los mitrados y porque temen sus críticas patológicas fue propuesto, sin éxito, como Nuncio en Hispanoamérica e incluso como vicario general de Madrid, como laico eminente y como Torquemada flamígero. Por una coincidencia hemos descubierto que monseñor de la Cigoña tiene un tablero, que llama ajedrez episcopal, donde están los setenta y tantos obispos españoles en forma de figurilla que él mueve a placer a través de unas ranuras.

Todos llevan un color que los identifica. Rojo los que él maldice, gris los mediocres y azul celeste los que considera auténticos regalos del cielo. A veces cuando hay un nombramiento exclama: “¡Es un gran obispo!” sin apenas conocerle. Pero su intuición integrista le dice que será de los suyos. Luego refunfuña si no actúan de acuerdo con su decálogo de ultraderecha. Es el caso, por ejemplo, de Asenjo, Piris o Pardo. Y el de la Cigoña juega con sus figurillas episcopales. Cuando se irrita saca a una del tablero y la echa en un pequeño contenedor. Su fanatismo es tal que Rouco, Sanz, Demetrio Fernández, Martínez, Sainz Meneses, Romà Casanova, Martínez Camino o Munilla encima de la mitra llevan una corona de rosas celestes. Son la salvación y el futuro de la Iglesia española. En cambio, Sistach, Vives, Berzosa, Omella, Asurmendi, Sánchez caen a menudo en el contenedor del ángel exterminador de obispos moderados y algún progresista.

Germinans tiene como maître à penser al de la Cigoña que es su altavoz en Madrid y los mima y cita como polluelos suyos. Ellos se juntan. Los de Germinans –concretamente Oriolt- ha compuesto una oración dedicada a rogar por Cigoña y para que se multipliquen las cigüeñitas. El se deja querer, pero marca territorio como lo hacen los lobos. ¿Cómo? Ya lo saben los naturalistas.

viernes, 15 de abril de 2011

Miró i Ardèvol, el frustrado Herrera Oria catalán

Desde hace unos cuantos años ha irrumpido con una fuerte presencia mediática en la sociedad catalana un personaje singular, Josep Miró i Ardèvol, pretendiendo erigirse en el cardenal Herrera Oria catalán. Recientemente ha celebrado, con todo boato y una multitudinaria cena, el décimo aniversario de su último “juguete”, E-cristians. Con dicha celebración ha intentado esconder, sin éxito, su sonoro fracaso en Cataluña. Quizás ya es hora de que se conozca más en detalle quién es este peculiar católico.

Miró i Ardèvol siempre ha tenido una gran vocación política. Adalid de la participación activa en la arena política como cristiano si alguna característica podría definir su carrera política es el transfuguismo. En los años 70, junto con Albert Vila, Ernest Sena, Santiago Guillén y otros destacados militantes, puso en marcha una oficina en la calle Déu i Mata como sede de Unió Democràtica de Catalunya y cuyas puertas, misteriosamente, aparecían seriamente dañadas de vez en cuando. A pesar de que ostentaba ya responsabilidades en cuestiones económicas, no fue óbice para que decidiera abandonar a su suerte a su mentor y mecenas, Anton Cañellas, para participar en el nuevo proyecto Centristes de Catalunya-UCD. A pesar de su discreción, Cañellas, un hombre de extraordinaria valía personal y política, nunca entendió las razones de la traición de Miró.

Tras el rotundo batacazo de Centristes de Catalunya, se afilió a Convergència Democràtica de Catalunya, llegando a ostentar distintas responsabilidades en la Generalidad de Cataluña, hasta alcanzar el puesto de consejero de Agricultura, Ramaderia i Pesca. Tampoco se encontraba al parecer a gusto, por lo que decidió abandonar la formación aduciendo discrepancias ideológicas e incompatibilidad con los principios cristianos . Discrepancias que le llevaron, incluso, a liderar una campaña de oposición al proyecto del nuevo Estatuto de Cataluña, junto con otras entidades católicas vinculadas al Opus Dei y a sectores ultras. Y el año 2009 fundó un nuevo proyecto político, Democracia Social, cuyo objetivo fundamental, según reza su manifiesto inicial, es la “regeneración política y social”.

Movido por un activismo desaforado, en los años 80 fundó una plataforma que pretendía aglutinar sectores nacionalistas y eclesiales para promover una “conversión” patriótica en los barrios del área metropolitana poblados mayoritariamente con emigrantes procedentes del resto de España. País endavant fue su nuevo instrumento que promovería la conciencia catalanista en estos barrios. No ahorró críticas a lo que consideraba tibieza del consejero de la época de Bienestar Social, Antoni Comas, a pesar de que no dudó en aceptar cuantiosas subvenciones del mismo. Cabe destacar que en la sede de País endavant, en la calle Avenir, también se alojaban actividades de artes marciales.

Esta faceta de converso le acompaña desde sus años jóvenes, en los que optó por ir a vivir una temporada a Can Tunis, para hacer apostolado. Años más tarde, ya siendo consejero de Agricultura, no dudó en hacer también apostolado entre sus principales colaboradores. Así, a las doce en punto, rezaba con ellos el Angelus, que finalizaba con el rezo del Padre Nuestro todos juntos cogidos de las manos, tal como tuvieron ocasión de comprobar, azoradas, más de una secretaria que osó abrir la puerta de su despacho. Su perfil encaja perfectamente con el de otro converso, Jorge Fernández Díaz, cuyas andanzas en el pasado son “vox populi”, con quien comparte una profunda amistad y ha tejido una tupida red de relaciones y estrategias conjuntas.

Esta amistad le ha servido para abrirse distintas puertas en el todo Madrid, hasta alcanzar el cénit en forma del cardenal Antonio María Rouco. En su “frente de Madrid” destacan, entre otros, Alex Rosal Valls-Taberner, dirigente de la rama laica de los Legionarios de Cristo, Regnum Crhisti, a quien nombró el corresponsal d-E-cristians en Madrid; Alfonso Coronel de Palma, ex presidente de la Asociación Católica de Propagandistas y de la COPE, hijo de un famoso falangista, y Benigno Blanco, ex alto cargo de Aznar y actualmente presidente del Foro Español de la Familia, entidad que ha convocado distintas manifestaciones a favor de la familia. De hecho la manifestación del año 2004 fue urdida por el propio Miró i Ardèvol en una reunión en el Arzobispado de Madrid el mes de junio de aquel año, tal como han reconocido públicamente sus organizadores: “él fue quien lanzó la idea, fue el mentor de la manifestación”. Gracias a sus impagables servicios en Madrid, entre los que se incluía su participación en las tertulias de la COPE, Rouco consiguió nombrarle miembro del organismo consultivo vaticano Pontificio Consejo para los Laicos.

Volviendo a Cataluña, en el año 2003 consiguió que le nombraran director del Centre d’Estudis de la Realitat Social (CERS) de la Universidad Abat Oliba CEU. Tenía que prepararse para la travesía del desierto por si se producía el previsible cambio de gobierno; peligraba su “modus vivendi”. Difícilmente el nuevo gobierno le seguiría encargando informes con los que obtenía buenos beneficios. En la Universidad Abat Oliba se reencontró con los nuevos responsables de la institución educativa, viejos conocidos suyos: Eduardo Escartín, a quien se le vincula con la página web anónima de signo integrista Germinans, Jaime Urcelay y Antonio Arcones, quienes protagonizaron sendas purgas que acabaron con el despido de los antiguos gestores de tendencia moderada.

Poco tiempo antes Josep Miró i Ardèvol movilizó todas sus energías, contactos y “padrinos” para lanzar el que tenía que convertirse en su auténtico trampolín definitivo, que le lanzaría a la gloria en Cataluña y allende los mares. Así, pergeñó el alumbramiento de E-cristians, la entidad que ocuparía el centro de la actividad y la vida eclesial en Cataluña en una primera fase y que, posteriormente, daría el salto al resto de España y a América Latina. Con una preparación minuciosa, acompañada de presiones fortísimas, fue ofreciendo la iniciativa a los responsables de las instituciones, entidades y movimientos eclesiales con presencia en Cataluña. El resultado fue un sonoro fracaso. Ni Montserrat, ni Poblet, ni ningún instituto y congregación religiosa secundaron su proyecto. Tampoco le hicieron caso las fundaciones y movimientos eclesiales más potentes, como la Fundació Pere Tarrés, la Universidad Ramon LLull, Minyons Escoltes, ACO, etc. Sólo una parroquia de las cientos que hay en Cataluña. Y, para colmo, también adujeron excusas para desmarcarse de él la Comunidad de San Egidio y, lo que fue la bofetada ya definitiva: el Opus Dei. Al final tuvo que conformarse con un elenco de entidades prácticamente desconocidas o muy minoritarias y situadas en un claro espectro ideológico ultraconservador, por no decir integrista.

No negamos a Miró i Ardèvol su buena fe y sus buenas intenciones, como su oposición al aborto y a la eutanasia. Reconocemos algunos valores que siempre ha cultivado, como su tenacidad, capacidad de trabajo y habilidad por fundar nuevos proyectos e iniciativas, liderándolos siempre él mismo. Al contrario que muchos otros que prefieren esconder su militancia cristiana, Josep Miró nunca ha ocultado que las motivaciones que le animan son cristianas. El problema es su estilo prepotente y arrogante y que pretenda erigirse en el “cap i casal” del cristianismo catalán, en el modelo a seguir, en la representación suprema de la centralidad eclesial.

Por el contrario, la agresiva beligerancia de sus campañas, opiniones y apariciones públicas se alejan del sentir y de la tradición de nuestra Iglesia, enraizada secularmente en una actitud de acogida, respeto, diálogo y apertura. Es especialista en atemorizar, presionar a políticos y jerarquías eclesiales. Quien fuera su amigo el obispo Joan Carrera una y otra vez se alejaba de su estilo impositivo, corrigiéndolo con cariño pero con firmeza: “La fe se propone, no se impone”. De hecho, el modo de actuar de Josep Miró i Ardèvol ha favorecido la aparición de un integrismo prácticamente inexistente hasta ahora en el seno de nuestra Iglesia catalana. Nos duele decirlo, pero ésta es la cruda realidad. Con este escrito queremos desenmascarar los tejemanejes y las coacciones de un personaje turbio. Su forma de actuar provoca rechazo y ahonda las heridas de la división, alejando nuestra Iglesia cada vez más del sentir mayoritario de la sociedad en la que los seguidores de Jesucristo se tienen que encarnar y servir.


CATÓLICOS DE LA DIÓCESIS DE BARCELONA
Barcelona, abril de 2011

lunes, 28 de marzo de 2011

III. Garantes de la ortodoxia

En esta actitud, a menudo expresada incluso por la postura del cuerpo, por la fría impasibilidad del rostro, a veces por un rictus o por una mueca colérica, por la voz seca, tajante, por el estilo categórico y de una lógica aparente, se revela el carácter principal del integrismo: la certeza interior de una perfecta ortodoxia que se refuerza fácilmente con una certeza asimismo muy fuerte del estado de gracia y de la predestinación, si se atreve a expresar conscientemente lo que siente confusamente.

Para el integrista, nada es dudoso; todo es fácil y claro. Está, según él, en el bueno, en el único camino; los que no están de acuerdo con él caminan en tinieblas. Piensa que sus ideas, sus opiniones, sus juicios, sus reacciones, sus sentimientos son los de la Iglesia, ni más ni menos.“Tiene” la verdad, en el sentido más posesivo del verbo tener, completo, integral, que da respuesta a todo. Fuera de esta verdad, que él posee, todo lo demás no es más que error o no ofrece interés.

De ahí su impaciencia desdeñosa contra los hombres que ven la realidad de manera más compleja, tachándolos de escrupulosos, débiles, “intelectuales”, meticulosos, traidores en potencia. Afirmar la complejidad de las cosas es ya pactar con el adversario. De ahí también su irritación, siempre recelosa y altanera, ante los hombres de acción, que intentan, medianamente, con arreglos o descalabros, “pegar con cola” principios absolutos y realidades relativas, acusándoles de “políticos”, “liberales”, derrotistas, “moderados”, asustadizos, espíritus indefensos, inteligencias sin doctrina y, en resumidas cuentas, traidores en potencia.

La afirmación solemne de los principios es una acción que se basta a sí misma. Cuando el integrista ha proclamado, por ejemplo, que “el error no tiene derechos” ha resuelto el problema de la tolerancia –quedando bien claro-, que el error es toda idea opuesta a la suya. Y ciertamente, el integrista está dedicado a recordar unos principios muy frecuentemente silenciados, mitigados o diluidos por otros; pero se equivoca cuando cree que este llamamiento de palabra es suficiente o cuando no ve que los principios se complementan y se limitan unos a otros.

martes, 8 de marzo de 2011

II. Ladran, luego cabalgamos

Por lo que leemos nuestra página web “El integrismo es pecado” suscita muchos comentarios a continuación del texto en el que se entremezclan pugnas entre integristas y odios africanos contra algunos: ¿quién es realmente Paca? ¿Un cura, una mujer? Y también se refieren a ciertas páginas como Infomanía, citan a Paco-Pepe, Cantidubi, etc.

Acostumbran a alabarse e intercambiarse fobias, ideas perversas o hacen hincapié en los luciferinos Sistach y Turull (ahora sale poco la Unió). El cardenal y el rector del seminario, después de servir de muñeco de feria, si fueran verdad las acusaciones, ya harían penitencia entre los cartujos o dentro de una cabaña de tuaregs clericales. Si cuando termine el festival de calumnias, sin un ápice de misericordia y encerrados en su búnker ortodoxo, saldrá un volumen enciclopédico.

Por dichos comentarios a nuestra web sabemos que los padres Espinar y Apeles fueron expulsados del seminario de Tortosa y que el monseñor de María Reina usa insignias y prendas de obispos. ¿Confirmará así lo que auguraba, pero antes de hora, un documento de “El integrismo es pecado”? Los que comentan nuestra web a veces citan nombres en clave. Podrían ser más explícitos.

lunes, 21 de febrero de 2011

I. Secretismo

El integrismo siempre se ha organizado secretamente. Lo mismo que la francmasonería, con la cual se encuentra emparentado, se le apercibe por sus efectos más bien que en su naturaleza íntima. Fue preciso que una casualidad revelase su existencia organizada. Desde fuera, y para quien no conozca lo que hay “bajo las cartas”, es difícil trazar el límite exacto entre el intransigente, desagradable y el auténtico integrista, entre el católico estrecho y el católico “integral” mientras que se puede sin demasiada dificultad marcar la frontera entre el “católico de extrema-izquierda” y el progresista. Lo que parece distinguir el integrista es su incapacidad para el diálogo; se le conoce por esta especie de insignia. Con un simple intransigente, el diálogo puede degenerar en discusión, en disputa, ir hasta la violencia e incluso la injuria; queda no obstante el diálogo.

Cuando dos intransigencias iguales, pero leales y verdaderamente cristianas, se enfrentan puede haber dolor infligido recíprocamente, pero sin hiel, ni odio; se verá a los antagonistas volver a considerar sus posturas, reconocer sus errores, mitigar sus golpes, puede ser que cada uno quede en sus posiciones, pero terminando sus broncas con un fuerte abrazo, se lucha, pero se estima; se refunfuña, pero entre hermanos y como dice el pueblo “esto no sale de casa”; a fin de cuentas se persigue el diálogo.

El integrista no dialoga, monologa. No reconoce sus errores ni sus faltas; siempre tiene razón. No busca persuadir, sino intimidar. No discute, condena. Habla como si tuviera autoridad, convencido de que sus propios juicios –o los de su grupito- son los juicios de la Iglesia. Es, en la acepción técnica de la palabra y sin intención peyorativa, un “sectario”, en el sentido que los sociólogos americanos dan a este vocablo: posee la certeza de tener razón y el derecho a dirigir sus exigencias contra el mundo entero. La certeza de su propia salvación, cuando todo el resto de la humanidad vaya a la perdición.

sábado, 5 de febrero de 2011

NOTAS DIVERSAS SOBRE EL INTEGRISMO

Esta corriente de superortodoxia católica se fraguó en el siglo XIX y sus adalides políticos fueron los carlistas con el lema “Dios, Patria y Rey” que de hecho se resumían en una especie de teocracia, de nacionalcatolicismo avant la lettre, que pretendía someter el poder civil a la Iglesia. Los de Germinans no pueden aspirar a tanto, pero han intentado que partidos ultracatólicos estuvieran presentes en las Cortes y han obtenido una simbólica representación.

Su gerifalte es todavía Blas Piñar y los órganos integristas (con tintes fascistas) fueron “El Alcázar” o “Fuerza Nueva” que al mismo tiempo representaban el más rancio y trasnochado jacobinismo. En la postguerra en Cataluña hubo un rebrote del integrismo de finales del siglo XIX que representaban el periódico “El Siglo Futuro en Madrid” y “El Correo Catalán”, en Barcelona. Hacia 1880 los integristas se dividieron (aquellos sí daban la cara). Y la Biblia de la corriente integrista fue El liberalismo es pecado (1884) del clérigo catalán Fèlix Sardà i Salvany que después abrazó el moderantismo. La historia se explica en el libro de los sacerdotes Joan Bonet i Baltà i Casimir Martí (dos bestias negras de Germinans) L’integrisme a Catalunya. Les grans polèmiques, 1881-1888 (Barcelona, 1990).

Los rebrotes a los que nos hemos referido antes fueron revistas de postguerra como “Cristiandad”, promovida por el jesuita Orlandis y que hoy sobrevive, con línea integrista, en el grupo “Cordis Iesu”, ubicado en la Balmesiana. También “El Cruzado Español” del furibundo antisemita y teocrático José-Oriol Cuffí Canadell, que fue una escisión de “Cristiandad”. Y más adelante “Qué pasa”, órgano delator no sólo de los progresistas o catalanistas sino colaborador de la Brigada Político-Social a la que facilitaba nombres de activos antifranquistas.

El integrismo durante la República fue representado por la revista política “Acción Española”, que dirigía Eugenio Vegas Latapié, facistoide, y por el obispo Isidre Gomà, primero en Tarazona y luego en Toledo desde donde torpedeó lo que pudo los intentos del cardenal Francesc Vidal i Barraquer para lograr un modus vivendi con los republicanos. El integrismo de finales del XIX ya fue combatido por algunos obispos catalanes y León XIII en la encíclica Cum Multa aceptó como mal menor aminorar la teocracia y admitir gobiernos liberales. Para terminar esta exposición recordamos la frase de Gomà, de signo teocrático, después de la victoria de Franco: “Demos gracias a Dios de que se quiera hacer en España un pueblo católico desde las alturas del poder”.